Tauromaquia... El arte del toreo


Tauromaquia... El arte del toreo

“El toreo es un arte misterioso, mitad vicio y mitad ballet. Es un mundo abigarrado, caricaturesco, vivísimo y entrañable el que vivimos los que, un día soñamos con ser toreros”.

                                                                                                                                                                           
Camilo José Cela


La tauromaquia proviene de dos términos griegos que significan “toro” y “lucha”, aunque en el Diccionario de la Real Academia Española consta como “el arte de lidiar toros”. La Fiesta de los Toros es uno de los espectáculos más antiguos de la humanidad, ya que sus primeros antecedentes datan de la antigua Grecia, concretamente en la isla de Creta, afirma José Solé en “De Mixcoac a Creta, pasando por Pastejé”, texto incluido en el libro Tauromaquia Mexicana.
Ya desde ese momento, hubo muchos detractores a este juego con la muerte, que se convirtió en arte. Los que están en contra de la fiesta, dan dos argumentos principales: que se “tortura” al toro con los puyazos y banderillas, y que la res muere en el ruedo.

Sin embargo, los opositores no entienden en lo más mínimo lo que es el toreo. Se fijan mucho en los accidentes, pero no en la esencia. El toreo es, ante todo, un arte, pues como todo arte posee dos características fundamentales: la estética y la técnica.
Si bien es cierto que el arte es un concepto un tanto subjetivo, casi siempre cumple con estos dos elementos. Pero el arte del toreo tiene algo más: el peligro. Decía David Silveti que el don más generoso que un artista puede dar, es que en aras de su obra ponga en juego la vida, y es que el torero sin duda deja en prenda su vida misma.

El toreo no es toreo porque se pique y banderillee a los toros, sino porque el torero, provisto de muleta o capote, domina las fuertes embestidas del toro de lidia con sangre brava y crea belleza, ritmo y plasticidad, eso es lo que gusta y llama la atención. Si lo que gustara fuera la sangre y las heridas del toro, o su misma muerte, en todas las corridas el aficionado saldría feliz, pero no es así porque también hay tardes sin triunfo. No se entiende a la gente que dice que los taurinos son sádicos, o preguntan por qué se va a ver ese salvajismo. El taurino no va a ver la sangre o la muerte del toro, va a ver belleza y temple.


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